Una de las cosas que trato de dejar atrás son los planteos. Todo el tiempo nos cuestionamos el por qué de todo. Es parte de nuestra esencia finita y no lo niego, pero satura, a mi me satura.
Desde que tengo uso de razón, varias personas me indagaron acerca de mi comportamiento y mis vínculos hacia ellos.
El sentido común plantea una especie de manual de buen comportamiento, de cómo ser buen hijo, buen amigo, buen garche, buen samaritano y toda la verga.
No quiero decir que no me rija bajo esos parámetros a veces y no es que tenga un deseo de rebeldía adolescente. Muchas veces me gana el sentido de responsabilidad de tener que representar ese personaje ideal, o a veces me sale natural, que se yo... cuestión de modales, educación, madurez, costumbre, o lo que sea que nos lleva a actuar de determinada forma.
Antes usaba una frase hecha que considera eficiente para no tener que dar demasiadas explicaciones: "Yo soy así. Si no te gusta, jodete". Bastante cuadrada y necia explicación. No somos así porque el destino, Dios y los astros lo desean, ni como decían en mi colegio de la "vocación", "mandato" o "voluntad", que es bastante pelotudo.
Me comportaba así porque así crecí, y seguramente hay una gran influencia de todo y de todos. Pero ahora que puedo o trato de hacerme cargo, digo que me comporto así porque decido hacerlo. Y cuando no decido es porque me ganan las pulsiones, porque me corre sangre, y las contradicciones internas son jodidas.
Como hijo siento que estoy idealizado a falta de experiencia directa. Se supone que uno debe atender el teléfono siempre con buena disposición y alegría. O la distancia establece que obligatoriamente tengo que tener alguna anécdota para contar.
Como amigo, la norma establece que debo mantener una periodicidad en el contacto. Desaparecer un tiempo es egoísta, y tengo que simular interés frente a cosas que pueden o no interesarme. Debo cumplir compromisos para no ser descortez.
Los que me conocen saben que me manejo ante esas dualidades. No vivo pensando que el manual social es erróneo y yo tengo la biblia. Solo creo que ante las decisiones de cada uno, de mi mismo, que se suponen no afectan a nadie más que a mí y mi vida (se supone) no habría que juzgar.
Acepto las críticas, no estoy cegado ante mi propia pelotudez, reconozco mis errores, me arrepiento y tengo ganas de cambiar. Pero no rompan las pelotas. Lidien con ustedes mismos, las relaciones vendrán por sí solas. Yo las tengo, y puedo asegurarles que todos y cada uno de los vínculos que establezco, son sinceros.
Y a esas personas las amo, porque saben comprender las relaciones sin sentido común, no necesitan racionalizar nuestra unión.
Gracias a todos ellos!
Y a esas personas las amo, porque saben comprender las relaciones sin sentido común, no necesitan racionalizar nuestra unión.
Gracias a todos ellos!