jueves, 5 de julio de 2012

Hablo, luego pienso, existo de múltiples formas





Recuerdo cuando a los 16 años iba a una psicóloga (la cual era bastante somnífera) y me decía que cada vez que digo la palabra "pero", estoy negando todo lo que dije anteriormente. Que se yo, boludeces. Me aburría hablar todo el tiempo sin parar cosas que ya había hablado anteriormente conmigo mismo. Yo le preguntaba sobre su vida privada y me evadía. Ella no quiso hacer más entretenida la sesión y la dejé.


Se ve que ya por esos momentos era una máquina de decir cosas sin sentido. Me ponía como metas hablar un poco menos, decir lo justo, para que los demás no me cataloguen de bipolar. Sumado a que tengo una familia de oídos cansados de ver crecer a un pendejo que no podía hilar una frase sin decir un ¿por qué?.


Mi identidad la fui conformando a medida que escuchaba cosas que me convencían. Tal vez ahora no las comparto, pero creo que la contradicción es parte de nosotros. Yo me hago cargo de eso. Siempre creí que podemos ser y hacer una cosa y otra, pensar algo y lo opuesto, todo el tiempo ¿por qué no?. Considero que hallarse solo se consigue a través del cambio, de prueba y error. Y estoy dispuesto a  aprovechar esta posibilidad de nuestra condición.


Siempre me gustó la actuación. Cuando creemos vivir realidades lejanas, la rutina se torna menos aburrida. Me acuerdo cuando me topé con uno de esos taxistas que te hablan del clima y de mujeres. Me encantó inventarle una historia de sufrimiento, de una hija que vivía en el exterior, y de una mujer que no me dejaba verla. O cuando salía con mis amigas a la peatonal, llorando y preguntándole a la gente si vió a mi abuela sonámbula en camisón por la calle.


Ya no hago esa clase de cosas, otras si. Puede parecer cruel, que se yo. La comunicación es eso, comunicación. Las palabras tienen peso, pero no son acción. Solo quiero ser coherente si la situación lo amerita, la incoherencia siempre me pareció más divertida. Si tenemos la "valentía" de responsabilizarnos, ¿qué carajo nos importa lo que decimos?. 


Dependerá de la moral de cada uno, establecer una línea en torno al límite de nuestras palabras (lo digo yo, que me he cansado de escuchar "que hiriente sos"). Lo que no se puede limitar, sin embargo, es el pensamiento. En plena misa en el colegio o en la iglesia, mientras todos repetían frases (que nunca llegué a pensar lo que decía, ni por qué lo decía) por mi mente transitaban pensamientos caóticos y sexuales. Seguir estando allí me parecía más hipócrita e incoherente. En fin...


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